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«El mundo rural, por su propia naturaleza, es violento» | Entrevista a Chris Offutt

Chris Offutt escribe sobre los cerros de Kentucky como otros escriben del amor. Retrata la belleza solitaria de las montañas, sus flores, la relación con la naturaleza. Es también una cruzada contra el estereotipo de la gente de los Apalaches. Sus libros están llenos de gente para los que la supervivencia es un acto diario, donde la violencia deviene oficio, pasatiempo o condena.

Entrevista por Nicolás Ferraro & Gonzalo Baeza

Chris Offutt escribe sobre los cerros de Kentucky como otros escriben del amor. Su obra se destaca por retratar la cultura de la zona, la belleza solitaria de las montañas, sus flores, la relación con la naturaleza. Es también una cruzada contra el estereotipo de la gente de los Apalaches. Sus libros están llenos de gente para los que la supervivencia es un acto diario, donde la violencia en varias ocasiones deviene oficio, pasatiempo o condena.

De sus primeros textos en Kentucky Seco a su última novela, Los Cerros de la Muerte, la escritura de este autor se nutre, se retroalimente de todos estos temas. De sus cuentos plagados de vidas al margen a sus novelas donde el género negro opera de esqueleto, de punto de partida antes de tomar su propia forma.

Offutt escribe como una manera de volver a casa, porque el hogar que le queda es aquel donde escribe.

Nicolás Ferraro: Abandonaste Kentucky a los 17 años. En The Good Brother, Virgil deja Kentucky, pero no encuentra un sitio al que pertenecer. No todas las colinas son iguales. En Los cerros de la muerte, Mick regresa. Parece que una vez que abandonás tu hogar, algo se queda ahí y te acecha donde estés, donde sea que encuentres un sitio al que llamar “hogar”. Da la impresión de que uno nunca se va del todo.

Chris Offutt: Así me siento yo mismo. No creo que sea algo exclusivo de Kentucky o mío. Creo que, para cualquiera que crezca en un lugar muy específico y que conozca muy bien ese lugar, donde la gente lo conozca, si se van, siempre lo van a extrañar y siempre se lo van a llevar consigo.

En mi caso, una vez que me fui, sin importar lo mucho que extrañara a mi hogar, los cerros de Kentucky, cuando volvía sentía que, por haberme ido, pertenecía menos. Por mis experiencias con la vida de ciudad, por encontrarme ahí con personas diferentes, distintas maneras de pensar, la música, el arte. Creo que dejé Kentucky cuatro veces, cinco capaz, y lo dejé para siempre. Nunca encontré un lugar al que llamar mi hogar, salvo esta habitación. De alguna manera, mi hogar es donde estoy escribiendo. Cuando escribo acerca de Kentucky, puedo volver a casa todos los días en mi imaginación. Así que sí, está en los libros, pero porque está en mí.

Gonzalo Baeza: ¿Hay algún componente autobiográfico en Tucker de Noche cerrada, en Mick de Los cerros de la muerte y en otros personajes de tus novelas?

Sí. A los diecisiete abandoné la secundaria y me uní al Ejército, pero no me aceptaron. Fallé el examen físico por un tecnicismo. Fue justo después de Vietnam y tenían demasiados soldados. Así que fue un duro golpe, bastante frustrante. Quería alejarme de mi padre, de esta comunidad, salir de los cerros. Quería saltar desde un avión con un rifle. Era un niño, tenía diecisiete años. Al no pasar el examen físico tuve que ir a la universidad. Este libro en particular, Los cerros de la muerte, es una especie de lo que habría pasado si hubiera tenido una vida diferente. Si hubiera sido capaz de unirme al Ejército, si mi vida hubiera sucedido de otra manera. Es autobiográfica en una pequeña parte, pero en mayor medida es un acto de imaginación acerca de lo que mi vida podría haber sido bajo otras circunstancias. Hago eso todo el tiempo. ¿Qué hubiera pasado si me hubiera casado con ella en vez de con aquella otra? Supongamos que esta era mi familia, y no mi familia. Empecé cuando era chico. Pensaba: “Deseo que este hombre sea mi padre, no mi padre” e imaginaba mi camino hacia una vida diferente. Ahora lo hago en el papel.

NF: Tanto Tucker como Mick Hardin son veteranos de guerra. Y como uno puede apreciar en tus textos y en los de otros autores de los Apalaches, para mucha gente la única manera de progresar o dejar la región es enlistarse en el Ejército. Quería saber cómo esta idea de la violencia como profesión se articula en tu novela. Y por qué decidís que gente como esta sean tus protagonistas.

Pienso que para mí es importante, como escritor, escribir acerca de alguien que es de los cerros, que los abandonó y regresó. Creo que eso los vuelve personajes más interesantes. Son un poco más objetivos por el mundo en el que se movieron. Vieron algo más y aprecian de mejor manera lo que ofrecen los cerros en cuanto a belleza, las flores, los pájaros, la manera de vivir y pensar.

La realidad es que hay muy pocos trabajos. Y la gente como mi hermana, como mis hermanas, como yo, gente que quiere algo más de la vida, tiene que irse. Realmente hay cuatro trabajos posibles en los cerros. Uno es el Ejército. Siempre puedes unirte al Ejército e irte. Hombres o mujeres. Puedes ser un oficial de policía. Ese es otro. Puedes ser un pastor religioso, un ministro de algún tipo. O puedes ser un criminal. Y eso es todo. La mayoría de los maestros vienen de otras partes, lo mismo los doctores. Creo que es más probable que las mujeres se conviertan en enfermeras que los hombres en doctores. No hay muchas opciones para aquel que quiere algo más. Y el Ejército es la opción más común. Además, es la opción más común para irse y muchas de las personas que conozco se unieron al Ejército y volvieron. De chico crecí con hombres mayores. Creo que todos los hombres en ese entonces habían estado o en el Ejército o en la Marina y habían vuelto a casa, así que estaba familiarizado con ellos. Crecí con hombres que sirvieron o en la Guerra de Corea o la Segunda Guerra Mundial —o ambas—. Los conocía y pensaba en ellos como hombres viejos. De una manera extraña, desde la manera de pensar de un chico, pensé que la Segunda Guerra había sido peleada por hombres viejos. No entendía que eran hombres jóvenes que habían peleado en la guerra y que habían vuelto al hogar y habían envejecido.

Más tarde pensé cómo habría sido para esa generación, y en especial para la generación de Tucker, porque los Apalaches sufrieron cambios importantes a principio de los años sesenta. Desde el gobierno se lanzó una “Guerra contra la pobreza”, se construyó una autopista interestatal que conectó a la región con el resto del país. Lo que me interesaba de Tucker era que el vivió en el preciso momento que se dio esta gran transición y que, junto con la guerra de Vietnam, cambió la situación. Él vivió en un momento de grandes cambios, del pasado a la modernidad, pero no lo sabía. Y eso me interesaba —porque yo crecí en la siguiente generación, la que vino después de la “Guerra contra la pobreza”, después de Vietnam, después de la autopista—, como debería ser para alguien que se formó bien a la antigua —casi a la manera del siglo XIX— y de repente cae a finales del siglo XX, en sus cuarenta, cincuenta. Y eso realmente me interesaba porque conozco mucho a algunas de esas personas.

GB: Una cosa que a ambos nos gusta de tus novelas es que no tienen estereotipos sobre los Apalaches. Vivo en West Virginia, así que estoy algo familiarizado y tú has estado familiarizado con ellos toda tu vida. Resuena con nosotros porque vemos algo similar en los medios y hasta en cierto cine y literatura mainstream cuando se trata de América Latina, por lo que se podría decir que existe una especie de “parentesco” en ese sentido. ¿Es lidiar con estos estereotipos algo que haces deliberadamente en tu trabajo?

Es algo premeditado. Intencional. Creo que cualquier grupo de personas que sufre de opresión termina siendo victimizado a través de los estereotipos. Esa es mi experiencia en Estados Unidos, pero asumo que también se cumple en otros países. La región de los Apalaches ha sido profundamente oprimida durante mucho tiempo, políticamente, económicamente, considerando a los trabajadores como una fuerza laboral descartable. Si te morías en las minas, ok, no nos importa, solo queremos la plata. Si morías talando árboles en el bosque, no pasa nada, queremos la plata. Así que es gente que no cuenta con un poder político, o tan siquiera una voz, y eso lleva a un estereotipo muy común de encontrar en libros, programas de televisión y películas. Y siempre me molestó porque no está bien, no de la forma en que se muestra. Ahora, al mismo tiempo, tampoco quiero pintar todo color de rosas y decir: todo es feliz y magnífico. Quiero intentar mostrar las cosas tal como son, la belleza de la cultura y la manera en que la gente interactúa los unos con los otros, con sus dificultades, con su manera a la antigua usanza de hacer las cosas. Eso puede no ser del agrado de un montón de gente. Detrás del estereotipo hay hilos de verdad y quiero mostrarlos para tal vez llegar a un arquetipo, llegar a lo que es más importante que los estereotipos. Encuentro un montón de escritores de culturas oprimidas trabajando de la misma manera, escritores afroamericanos, escritores chicanos, latinos, escritores nativo-americanos, y los leo para aprender y encontrar técnicas que me permitan mostrar mi mundo tal cual es, aquel en el que crecí, sin explicar mucho. Porque hay una tendencia de querer explicárselo a un extranjero, pero tampoco hay que hacerlo demasiado opaco, dejarlo abierto a interpretación.

Resumiendo, sí, es algo totalmente premeditado. La cuestión es que yo trabajo como docente en una universidad y he conocido un montón de gente altamente educada, y francamente no siempre son las personas más inteligentes, solo son extremadamente educadas. Y algunas de las personas más inteligentes que conocí, no terminaron la secundaria y no son muy educados. Hay un desequilibrio ahí. En este país tendemos a asociar la educación con la inteligencia, y no creo que sea justo, no creo que sea para nada correcto. También solemos asociar a las grandes ciudades con la inteligencia y la sofisticación. Las personas más provincianas que conocí son de Nueva York. Totalmente provincianas. Para ellos existe Nueva York y nada más. Mientras que, si vas a los cerros de Kentucky, está el cerro donde viven, pero también conocen acerca de Nueva York, acerca de Lexington. En mi experiencia, hay mucho más provincialismo en las personas que viven en las grandes ciudades, donde hay más cosas que hacer, más para ver, más bienes que comprar y eso no necesariamente te hace más cosmopolita.

NF: El otro día un amigo escritor me recomendó la Charla Ted de Chimamanda Ngozi Adichie. Ella hablaba de los clichés y decía que eran verdad, pero que eran incompletos.

Así es. Eso es muy inteligente. Son verdaderos, pero incompletos. Puedes conocer a cualquier persona, y te puedo caer realmente bien, pero si te dijera sus peores cualidades, sería incompleto porque no vas a conocer a esa persona hasta que pases un tiempo con ella.

NF: En los ambientes que vos narrás se puede apreciar la ausencia del Estado. Los problemas se resuelven por uno mismo, donde no se espera que la policía haga algo, y los personajes están regidos por este código de las cerros, una suerte de justicia montañesa. Y aunque esto sea una idea que venga de tiempos más antiguos, se halla presente en Tucker que vive en los años 50, en los 90 en The Good Brother y también se aprecia en una novela más contemporánea como Los cerros de la muerte.

Suele ser el caso. La gente de los cerros no cuenta con representación gubernamental en el estado de Kentucky. A ver, hay representantes, sí, pero están en el bolsillo de las compañías mineras, de las compañías madereras. Y el cumplimiento de la ley, en cada ciudad, en cada pueblo, está en manos de una fuerza policial pequeña. Pero lo que es realmente importante en los ambientes rurales, es el condado, y el condado es un área mucho más grande. El oficial de mayor rango en el cumplimiento de la ley es el sheriff y esto es increíble, porque el sheriff es electo. Así que la persona que está en la cima de la administración de la justicia es un oficial electo. Lo que abre las puertas a la corrupción. Hay muchos, muchísimos sheriffs corruptos. Un sheriff en Arizona recibió un indulto presidencial por sus crímenes. Era un sheriff tan desastroso, que fue condenado y después perdonado. Lo que intento mostrar es que cuando la gente es abandonada. En mayor o menor medida, las fuerzas del orden, que no son muchas, deben intentar cubrir un área enorme. Por lo que las personas deben encargarse de resolver los problemas por sí mismas. Todo empieza con una charla cara a cara. Si tienes un problema con alguien, la mayoría de las veces eso lo va a solucionar. La verdad es que nadie quiere problemas. Pero cuando el problema crece, nadie le hace asco. No le dan la espalda o se alejan de los problemas, y no llaman a la policía de inmediato. No es que no llamamos a la policía porque tenemos miedo de los criminales. No llamamos a la policía para darle tiempo a las familias a encargarse por sí mismas de resolver los problemas, y eso está dentro de los expectativas de la comunidad, dentro de la cultura de las familias. Lo cual puede llevar a problemas más serios. Problemas generacionales que pueden estirarse a lo largo de muchos años. No me gusta eso. No creo que esa sea la manera correcta de manejar la situación. Debería ser resuelto por las instituciones del orden, del sistema judicial, siempre y cuando esto pueda hacerse sin corrupción, lo que no parece ser el caso en este país.

Pero como escritor son temas que realmente me interesan, y que sirven para crear conflicto dramático, en donde tienes a un hombre bueno que tiene que hacer algo malo, pero por buenos motivos. Esto es algo que me atrae en todos mis trabajos. No creo que las cosas sean blanco o negro. No creo que podamos separar entre el bien y el mal. Los políticos quieren que pensemos así. Ellos y nosotros. Los líderes religiosos quieren que pensemos así. Cristianos y judíos. No estoy para nada de acuerdo con eso. En mi experiencia de vida, en general, todo está a mitad de camino, no hay blanco ni negro. Todo es gris, y estamos constantemente decidiendo y actuando en base a la información que tenemos. Y esa información puede ser incompleta, o venir de una fuente sospechosa, pero de todas maneras recibimos esa información, llegamos a una conclusión y actuamos. Incluso en las acciones menores. Algunas veces, esa acción, incluso esa acción menor, puede no ser legal, puede que no sea lo mejor que uno pueda hacer, pero si las razones son buenas se convierte en algo mucho más complicado. Y eso me interesa a la hora de contar historias.

PH: Melissa Ginsburg

GB: Sé que las etiquetas no necesariamente hacen justicia a las obras literarias, pero muchos lectores y críticos han dicho que Los cerros de la muerte es probablemente tu primera novela policíaca propiamente tal. Me preguntaba si te ves incursionando en este género, aunque sé que tu trabajo nunca va a encajar en un solo género. ¿Es aquí donde planeas seguir escribiendo en el futuro cercano o te gustaría probar diferentes cosas como lo hiciste en Kentucky seco? ¿Qué sigue para ti?

Como dijiste, no entiendo categorías ni géneros. Me confunden. No tienen sentido, no creo que los escritores piensen así, necesariamente. Creo que empezaron con las bibliotecas. Tienen que averiguar dónde poner estos libros, en qué estante, bajo qué número y luego las librerías hacen lo mismo. Los géneros se vuelven marketing. Luego están los vendedores de la editorial, por ejemplo. Grove Press publicó Los cerros de la muerte y decidieron comercializarla como la primera novela policiaca que he escrito. Pensé “Vaya, ¿qué pasa con Noche cerrada?”. Hay múltiples homicidios, hay un tiempo en prisión, hay actividades ilegales. Eso es crimen. The Good Brother es asesinato y huida. Una clásica, para mí, novela policiaca. Incluso en esos primeros cuentos, algunos de los personajes estaban involucrados en comportamientos ilegales, algunos de los personajes eran policías. No lo pienso de esa manera. Pensé que en Los cerros de la muerte lo que la gente vio es que en las dos primeras páginas hay un cadáver, y pensó: “Ok, ahora sabemos cómo llamar a este maldito libro”.

Y el próximo libro saldrá en junio y ahora estoy terminando un tercero. Tengo un borrador completo y lo estoy revisando. Y en realidad he estado luchando con la misma pregunta que me hiciste. ¿Qué haré a continuación? Realmente no lo sé. Creo que al editor le gustaría ver otro libro sobre Mick, Lynda y Johnny Boy. Amo estos libros, amo a estos personajes, amo a Johnny Boy. Probablemente Johnny Boy esté más cerca de mí que Mick. Mucho más cerca, en realidad. Solo quiere estar a solas con sus archivos, tiene miedo de los fantasmas y tal vez de los ovnis, es un tipo curioso. No está hecho para ser policía. He estado pensando en lo que yo haría a continuación.

Leo tres libros a la semana, y leo diferentes géneros todo el tiempo. Acabo de leer a Jean Rhys, uno de mis novelistas favoritos. Lo terminé anoche y hoy comencé un libro de 1938, Blue Murder, de Robert Leslie Bellem. Es su única novela, una novela pulp. Entonces, leo cosas diferentes sin preocuparme por el género. No sé qué escribiré a continuación. Tal vez una novela de fantasmas en Kentucky. He pensado en eso. (Risas)

NF: Me interesa remarcar cómo en todas novelas la presencia —o potencialidad— de la violencia es central, pero aún más central es el interés en las consecuencias de la violencia, y los personajes operan conscientes de esto, tratando de derramar la menor cantidad de sangre, sabiendo que después deben lidiar con esto.

No me considero una persona violenta, para nada, pero el mundo en el que crecí era violento. En el mundo rural, por su propia naturaleza, es violento. La gente caza para comer, sea un cerdo o una gallina, y eso es violento. Si tenés ganado, o una vaca se te enferma, tenés que matarlos. Eso es un tipo de violencia, quizás no sea violencia entre personas, pero cuando era chico eso fue una parte de mi vida diaria. No creo que la violencia solucione algo, la verdad no lo veo así. Pero entiendo que es algo que ha estado profundamente aferrado en la historia de la civilización, en la mitología. Los mitos griegos son totalmente violentos. El Antiguo Testamento, los mitos del Oeste, son todos bastante violentos. Lo que deduzco de esto es que tenemos esta violencia en nosotros. Estamos a un pequeño paso de los animales feroces. Y pretendemos que no lo somos, tratamos de ocultar que estamos más alejados de nuestra vida animal. Y creo que, bajo presión, la gente reacciona de esa manera. Y creo que vemos que eso sucede ciertamente en Estados Unidos, ahora en los últimos años, bajo COVID. Enormes cantidades de presión, más acciones de violencia. Y tenemos líderes políticos que la fomentan para su propio beneficio.

No creo que la violencia resuelva nada, pero al mismo tiempo, narrativamente, es algo que quiero incluir en lugar de esconder. No intento glorificarla. Intento no romantizarla. Y en el caso de Mick, como dijiste, está intentando activamente poner fin a un ciclo de violencia y sabe que el potencial está ahí. Entonces, sí, supongo que me interesa, pero creo que, desafortunadamente, es parte de nuestra cultura estadounidense. También es, desafortunadamente, parte de la humanidad. Cada historia tiene… nuestras más antiguas. O sea, no sé ni cuál es, cuál es la historia más antigua, Gonzalo, ¿es Gilgamesh? O entonces, ¿qué son estos tempranos, tempranos, tempranos?

GB: Creo que es Gilgamesh, tienes razón. Y también es violenta.

¿Pero es porque somos violentos como humanos o porque la violencia le agrega dramatismo a las historias? Creo que ambos, ya sabes, no creo que sea blanco o negro.

NF: Creo que a todos nos interesa la violencia y no ser violentos, pero nos atrae y descuidar eso, supongo, es parte del problema para mí. Si no estamos tratando de entendernos a través de la lectura de libros o de la experiencia más allá de los libros, si descuidamos esta atracción por la violencia, no estamos resolviendo ni tratando de resolver el problema. Recibo esta pregunta mucho sobre mis propios libros. Pero no estoy tratando de romantizar nada. No estoy tratando de hacerlo verse cool. Si estás peleando, te van a sangrar los nudillos. El problema para mí es cuando intentas idealizarlo o negarlo.

Sí. Y ambas son malas. Ambas son opciones igualmente malas, negarlo o romantizarlo. Y creo que hay muchos libros que hacen eso. Y no son muy buenos libros. Ya sabes, puedes volver al ojo por ojo o poner la otra mejilla. Una vez más, es uno u otro, y no funcionan. Ninguno de los dos es siempre eficaz. Todo está en el medio, en el área gris donde incluso la amenaza de violencia puede ser, creo, más aterradora que la violencia real. Así que sí, escribo sobre eso [pero] no comprendo mi propia atracción, narrativamente hablando. Creo que contribuye a un mayor dramatismo. Esto puede parecer una locura, pero en cierto modo es un medio para expresar las emociones extremas que siento. Nunca iría y lastimaría a alguien, pero puedo tener sentimientos extremos en mí y no hay adónde ir.

Y solo trato de poner todo en la escritura, todo en el libro de la misma manera que intentaré escribir sobre mi amor por la naturaleza, las flores, los árboles y la luz en el bosque. Eso es lo mismo. Es una forma para mí de expresar eso en el papel y los sentimientos extremos que son respuestas emocionales extremas. Entonces, en cierto modo, son autobiográficos, porque son cómo me siento ese día, y soy volátil. Trato de mantenerme equilibrado y sé las cosas que me ayudan a andar bien: leer, hacer trabajo fuera de casa, no beber, no fumar cigarrillos, ¿sabes? Pero todavía tengo estados de ánimo que fluctúan y eso va en el libro.

GB: Esto puede ser una generalización grosera, pero tengo la idea de que en Europa y América Latina muchos escritores tienen menos temor a ser etiquetados o asociados con una determinada ideología política. Eres un lector voraz y probablemente estés familiarizado con los escritores proletarios estadounidenses de la década de 1930 y cómo han sido olvidados en su mayoría. Y en las raras ocasiones en que se mencionan, es principalmente para descartarlos como mediocridades y por ser demasiado didácticos, como si la política eclipsara todo lo demás y la calidad general del trabajo. Al leer literatura criminal contemporánea o incluso al leer literatura de los Apalaches, mucho de lo que leo en Breece Pancake, en tus libros, en Ron Rash, en Jayne Anne Phillips y tantos otros podría interpretarse o considerarse una novela social, una novela política. Esencialmente tratan de personajes y formas de vida y partes del país que, como mencionaste antes, están oprimidas u olvidadas, abandonadas. ¿Crees que la ficción criminal o alguna ficción de los Apalaches o regional, llena este vacío? Porque típicamente se evita la política. Por lo general, los reseñadores y críticos tienden a creer que, si un trabajo tiene un componente político, es inherentemente sermoneador a pesar del hecho de que se puede hacer bien y se ha hecho bien. ¿Estarías de acuerdo con esta (extremadamente larga) apreciación?

Mencionaste a Jayne y Ron. Son amigos míos y Breece murió mucho antes de que yo apareciera, pero me han influenciado. Y lo que tenemos en común es que todos estamos escribiendo sobre gente pobre. Y creo que una vez que cualquier escritor, independientemente de dónde se encuentre, ya sea en América Latina, en Texas, en Los Ángeles, Chicago, Nueva York o Atlanta, cada vez que comienza a escribir sobre la gente pobre, la política es automáticamente parte porque estás hablando de personas que no tienen acceso a educación, trabajo, al cuidado de la salud. Tienen trabajos donde no les pagan mucho dinero y luego la gente los trata mal por su falta de dinero. He sido pintor de casas. Lavé platos por todo el país. Sé lo que es hacer eso como camionero, paisajista. Ya sabes, trabajos manuales. Eran los trabajos que podía conseguir. Entonces, sé lo que es hacer esos trabajos. Sé cómo es ser tratado por las personas para las que trabajas. En el momento en que estás pintando la casa de alguien, hay un propietario que tiene expectativas. Entonces, supongo que lo que estoy tratando de decir es que creo que es parte integral, la política y el aspecto social que le sigue. Ahora, la clave, como dijiste, es que se tiene que hacer bien, se tiene que matizar, no se puede abrumar. Si hay libros donde la política es más importante que el personaje o más importante que la historia, entonces se convierte casi en una especie de agitprop o, como se dice …

GB: Propaganda.

Sí, parece un poco cerca de la propaganda. Quiero escribir sobre personas. Entonces, pensé que, si pongo a la gente primero, el paisaje primero, luego la gente en el paisaje, y luego una historia, entonces todos estos elementos sociales y políticos de los que estás hablando, como que siguen detrás, son como el polvo cuando conduces por un camino de grava. Hay polvo que sube y ves el auto, o el camión y ves el polvo que lo sigue. Entonces, quiero que el polvo siga a la historia.

Hubo un tiempo en que había una novela política abierta y había novelas sociales abiertas, novelas de crítica social. Hay un término para eso, Gonzalo…

GB: Novela social, ahora las llaman novelas sociales o, como las llamaban aquí, ficción proletaria. ¿Era ese el término que estabas buscando?

Si. No conozco estos términos, en realidad. Solo conozco los libros. Entonces, supongo que el punto que estoy tratando de hacer es que creo que la ficción criminal cumple ese papel ahora en las letras estadounidenses. Realmente no puedo hablar por la ficción europea o latinoamericana. Creo que aquí ha caído en desgracia, pero hay obras. Está George Pelecanos, que escribe novelas ambientadas en Washington, DC y Maryland. Me encantan estos libros. Es un muy buen escritor. Y escribe sobre estas áreas pequeñas y los problemas que ocurren con las personas en estas áreas pequeñas bajo presión. El hecho de que estén ambientadas en una gran ciudad no significa que no pueda relacionarme con la gente porque la entiendo y me interesa. Así que sí, creo que lo que llamamos novela policíaca hace eso. Mi escritor favorito es un escritor italiano, le voy a recomendar que lo lean si no lo han hecho, llamado Massimo Carlotto.

GB: Lo conozco, pero no lo he leído.

Es mi escritor de crimen vivo favorito. Sus novelas calzan justo en esto. Son políticas, pero sin ser abiertamente políticas. No te golpea en la cabeza con eso. Son novelas sociales pero lo más importante es la gente. Hay otro novelista francés llamado Jean-Claude…

NF: Izzo. Tiene esa trilogía de libros…

Fantástica. Ambientada en Marsella, una ciudad portuaria de Francia. No donde Ron Rash escribe o yo escribo o Jayne Anne o Breece, pero hay una similitud. Y creo que también tiene que ver con el hecho de que Izzo, Rash y Jayne se enfocan en las personas. Se centran en las personas. Y veo que en realidad eso falta en mucha ficción, no solo en la novela policíaca, sino toda la ficción en que la idea se vuelve más importante o el lenguaje elegante o un comentario o una ocurrencia ingeniosa o algo ensamblado para el mercado. Estos son seres humanos. Miremos al ser humano y su relación consigo mismo, con la tierra y entre ellos, y contemos una historia. Suena complejo, pero es realmente simple. Habría más buenos libros si más gente hiciera eso.

PH: Melissa Ginsburg

NF: Recuerdo que hace un par de años estaba tratando de leer tus libros y no tuve la suerte de encontrar ninguno. Sorprendentemente, una vez que publicó Kentucky seco en español a través de Sajalín de España, unos cinco libros suyos más salieron en sucesión rápidamente, uno tras otro, y generaron mucho interés. Recuerdo a Richard Lange diciendo que cuando va a Europa, los lectores están más interesados en la política y temas afines. Y cuando se encuentra en Estados Unidos, están más interesados en cosas como cómo puede uno convertirse en escritor. ¿Has notado una diferencia en la recepción de tus obras en diferentes países, y especialmente con Los cerros de la muerte, que fue publicada en otros idiomas con bastante rapidez?

Creo que, en mi experiencia con entrevistas como esta o un evento de preguntas y respuestas, lo que he encontrado es que las personas europeas y latinoamericanas están más preparadas. Han leído con más atención. Tienden a hacer preguntas más inteligentes. Tienen una mayor profundidad. Tal vez podría ser simplemente porque no hay tantos estadounidenses que son traducidos, y entonces se recibe más atención por ello.

Una cosa es que The Good Brother fue [publicado] hace 20, 25 años. No sé las fechas de [los otros libros], mientras que, en España, Francia e Italia, están publicando todos estos libros dentro de un período de dos años. Entonces, lo que realmente me gusta es que los lectores pueden leer uno y luego el otro, si quieren, seguidos. Y los lectores estadounidenses solo pueden hacer eso si no han leído nada y comenzaron desde el principio y avanzaron, y la mayoría de la gente no hace eso. Si descubres a un escritor después de muerto, eso es lo que hago. Regresaré y comenzaré desde el principio y avanzaré. Entonces, me gusta el hecho de que estos libros se publiquen en español, italiano o francés en un corto período de tiempo, porque hay superposición. Como Tucker, por ejemplo, está en un libro. Y luego es un anciano en Los cerros de la muerte. El libro en el que estoy trabajando ahora también se basa en personajes anteriores porque es el mismo mundo. Es el mismo lugar. No sé si te he contestado lo que te interesa, Nicolás, pero…

NF: Se trataba de eso, de la percepción, porque a veces me da la idea –y no soy de Estados Unidos pero esto es algo que he leído de otros escritores estadounidenses– que en otros países reciben respuestas muy diferentes a su obra. Por ejemplo, creo que Pelecanos recibiría muchas preguntas sobre el sistema de justicia o el lugar sobre el que está escribiendo. Y tal vez en los Estados Unidos, los lectores estarían más interesados en el hecho de que escribió para The Wire. ¿Te ha pasado algo así?

Creo que hay algo de verdad en eso. Creo que los lectores europeos y ciertamente los periodistas y críticos de libros están más en sintonía con la política y tienen menos miedo de preguntar al respecto. También creo que con los escritores europeos y latinoamericanos también es parte del trabajo. Y es parte de la cultura de alguna manera. Aquí, está dividido, es divisivo. En Estados Unidos, la gente tiende a hablar solo con personas que están de acuerdo con ellos, y yo también soy culpable de eso. Preferiría con mucho hablar con alguien que sea un ser humano de mente abierta y piense que todos somos iguales y que deberíamos ser amables entre nosotros en lugar de personas con las que tengo diferencias fundamentales y con sus creencias políticas.

No me interesa escribir sobre eso. No estoy interesado en leer sobre eso. No me interesa hablar con ellos y tampoco me interesa conversar sobre eso con un periodista, pero hay más interés por eso en Europa. Otra cosa: creo que España, Italia y Francia son los que más han abrazado mis libros. Hay una tradición de escribir sobre la gente pobre en estos países. Mientras que, en Estados Unidos, realmente no hay una tradición. Son las personas de las que te burlas. Si eres de campo y pobre, digo, gente de campo, quizás se refieran a nosotros como los campesinos, ¿no? Hay un respeto por la gente del campo que no he visto acá y que es un poco más alto en algunos países europeos. En este país, está ausente. Y creo que la tradición de los libros que examinan y exploran el entorno rural y la gente del campo en Europa ayuda a la recepción de mis libros allí. Muchas personas en Europa han dicho: “No sabíamos que había gente pobre allí. No sabíamos que había gente del campo allí” porque solo han leído a Jonathan Franzen, por ejemplo, o han leído a Don DeLillo o, ya sabes, escritores estadounidenses conocidos, todos los cuales escriben sobre ciudades y gente de la ciudad, o suburbios y ese tipo de cosas.

NF: Hay una cosa que mencionaste sobre las conexiones entre tus libros. Por ejemplo, en tu último libro tienes a Tucker de Noche cerrada, tienes a este pariente de la persona que mató a Virgil en The Good Brother… Es como si estuvieras tratando de construir este universo, el universo de Offutt. ¿Es algo que te atrae, las posibilidades que se derivan de un universo compartido, o te sale más natural?

Sí, me atrae, pero también, todos estos libros están ambientados en el mismo lugar. Y son unas cuatro millas cuadradas, en realidad. Y conozco muy bien esa zona. Conozco a la gente, amo a la gente. Me encanta la cultura. Amo la tierra, pero hace 25 años era un hombre más joven y escribía sobre ellos. Y luego, ya sabes, pasa el tiempo, y escribo otra cosa ambientada en el mismo lugar y, voy a tratar de responder esto lo más cuidadosamente posible… Me he movido a través del tiempo, ¿verdad? Me he vuelto más viejo. Han pasado treinta años desde mi primer libro. Las circunstancias han cambiado. Las circunstancias de Virgil en The Good Brother. Es el mismo mundo, pero ha cambiado a través del tiempo. Entonces, el mundo ha cambiado y yo he cambiado, pero hay algo que me atrae de incluir esa historia, incluso si es un relato inventado. Es un relato inventado, pero es la forma en que funciona la historia. Todo impacta algo más en la vida real. Mi historia personal me influye. La historia de mi madre me influye. Y probablemente influya en la historia de mi hijo, espero. Entonces, me di cuenta de esto con Los cerros de la muerte. Tengo mis propios personajes del pasado y otros descienden de estas personas imaginariamente. Pensé que podría usarlos, así que revisé, releí todos mis libros rápido. Nunca leo mis propios libros, pero los leo por encima. Y anoté todos los nombres de los personajes, y anoté todos los nombres de los lugares. Y luego hice gráficos de relaciones entre personas como: “aquí está una persona, aquí está con quién está casada, aquí está quién es su hijo, aquí es donde vive”. Y tengo estos documentos tirados por aquí y puedo mirarlos y me ayuda a ubicarlos en mi imaginación. Kentucky seco tenía un mapa, el primer libro. ¿Está en la edición en español?

NF: Sí.

Yo hice ese mapa. Dibujé ese mapa. Y quería que hubiera un mapa en el libro porque donde crecí ya no está en un mapa. Nunca hubo un mapa de mi ciudad natal y en realidad ya ni siquiera está en los mapas. Entonces, tengo mi propio mapa. Y luego todos estos nombres de personajes, es como tener mi propia guía telefónica. Tengo la historia familiar de todos, y me di cuenta de que era muy divertido basarme en ella. Escribir es difícil, ambos saben que es muy difícil, es algo extremadamente difícil de hacer. Entonces, siempre estoy buscando formas de hacerlo más fácil. La tarea en sí misma y tener un mapa y tener estos nombres y tener esta gente, tener esta historia, tener estas interrelaciones lo hizo un poco más simple para mí como escritor. Me encanta hacerlo. El problema es que maté a un par de personas que realmente me importaban.

GB: Cuando mencionaste la recepción entre los lectores europeos y cómo algunos dijeron que desconocían la pobreza en los EE. UU…. Eso es definitivamente algo que pensé que sería atractivo de tu trabajo para los lectores extranjeros. Sin embargo, otra cosa que me atrae e imagino que a otros lectores tanto en los EE. UU. como en el extranjero es el hecho de que hablas sobre la tierra y que tus libros son ricos en descripciones vívidas. La estética dominante en este momento es muy minimalista y algo pesada en el diálogo, pero en tus libros, la tierra es casi un personaje. Y eso es algo que me imagino que es deliberado, pero prefiero preguntarte al respecto. Recuerdo una oración en particular en Noche cerrada. Era algo así como: “El viento rozaba las hojas como el sonido del agua lejana”. Eso es engañosamente simple, pero es una imagen muy evocadora. Me preguntaba qué tan conscientemente se integran esos pasajes en la narrativa. Parece que quieres transmitir que además de los personajes, además de la historia y todo eso, hay un lugar específico sobre el que estás escribiendo.

La respuesta es sí. Quiero decir, la mayoría de Noche cerrada tiene lugar afuera. Hay muy pocas escenas en ese libro donde la gente está adentro. Hay una parte en prisión por un momento, pero la mayor parte del tiempo están en el porche o en el bosque o en su jardín, y es similar a Los cerros de la muerte . Pero es en parte porque lo extraño mucho. Me encanta estar afuera. Creo que esta parte del país es hermosa. Ahora, probablemente podría volver allí y vivir, pero no sé si lo haría, no hay mucho para mí allí. Y así, si soy culpable de romantizar algo y sentirme sentimental, es mi relación con la naturaleza y con la tierra de Kentucky. Creo que es hermosa. Y quiero escribir sobre eso de una manera que haga que otras personas sientan la belleza que existe porque es la característica más dominante. Hay más animales, hay más pájaros, hay más vida silvestre que seres humanos. Y la tierra es omnipresente, las colinas y los árboles y los arroyos y los ríos. Por lo tanto, influye en los personajes. Creo que influye no solo en los personajes del libro, sino también en todos los que viven allí. Si vives en un entorno rural, estás profundamente influenciado por ese entorno de la misma manera que si vives en medio de la ciudad de Nueva York, vivir allí te influye. Y quiero incluir esa influencia.

Y con este libro [Los cerros de la muerte], Mick es el protagonista. Su hermana es el personaje secundario. Pensé que tener un hermano y una hermana enfatizaría la lealtad familiar y la cercanía familiar que existe en las colinas. Decidí mientras escribía que la tierra y la cultura también serían los protagonistas, pero no en que estamos viendo la historia desde el punto de vista de la tierra o la cultura, nada experimental por el estilo. Mientras escribía, [decidí] que lo más importante en cada página sería la tierra y la cultura, y eso me dio mucha libertad. Realmente me gusta eso, y me divertí más escribiendo Los cerros de la muerte, disfruté el proceso más que cualquier cosa que haya escrito. Lo más importante es la tierra y la gente, y eso llevó a la escena de la mula. Eso no tiene nada que ver con nada en el libro. Pero llegó porque Mick tuvo que ir del punto A al punto B en su camioneta. Si estás en la ciudad, hay muchas cosas para conducir y puedes describirlas: “Ah, está la farmacia, están los grandes almacenes. Oh, ahí está el edificio donde solía vivir mi antigua novia”. Hay todo tipo de acción para describir e información visual interesante para dar al lector a medida que avanza del punto A al punto B. Mientras que, en el campo, es solo un camino y un montón de árboles, pero Mick aún tiene que viajar allí. Vio a un tipo caminando, y el tipo saltó a la camioneta. Y así fue como empezó, no fue intencional. Estaba tratando de estar abierto a la tierra y a estas circunstancias. Este es un lugar donde la gente realmente no pide un aventón, no ves a gente pidiendo aventones. Si están caminando, necesitan que los lleven. Entonces, la gente comúnmente se detenía y ofrecía llevar a un extraño. Simplemente porque están caminando, lo necesitaban. Y eso llevó a ese gran capítulo loco, que fue divertido. Eso fue el resultado de esta idea de que iba a hacer de la tierra y la cultura la parte más importante del libro.

NF: Este libro también se siente más relajado que los anteriores. Todos estos pequeños delincuentes que incluyes, como cuando dicen tonterías en el auto y actúan como grandes “machos”. El libro tiene ese ingrediente de humor en los personajes.

Creo que hay más humor en este libro que en cualquiera de mis otros libros. Eso también fue deliberado. Creo que soy una persona divertida. Me gusta hacer reír a la gente. Evito a la gente. Casi nunca estoy cerca de la gente, pero cuando lo hago tengo el impulso de hacerlos reír. Y trato de escribir cosas que son graciosas solo por ser graciosas. Pero lo evité en mi ficción, y creo que en parte fue porque pensé que debería ser más serio. La ficción es seria. El mundo que intento representar es un mundo serio. Y creo que con este libro pude incorporar el humor. Sin embargo, el problema de escribir humor es que es arriesgado. Si pienso que algo es divertido, eso no significa que tú vayas a pensar que es divertido. Es un riesgo mayor incluir humor.

NF: Pero también creo que hay un montón de situaciones que no son precisamente graciosas, como el intercambio entre Mick y Lynd en el hospital, por ejemplo, que sin embargo tienen una dosis de humor. No es precisamente algo para reírse o bromear, pero tiene humor. Este humor permite al lector desarrollar empatía hacia los personajes.

Aprecio esa observación. Los hermanos pueden ser divertidos en su trato el uno con el otro. El humor es también una forma de lograr intimidad. Puedes crear un poco de intimidad con humor. Mi objetivo todos los días es hacer reír a mi esposa, al menos una vez. Y siempre lo hago. A veces es la cosa más estúpida del mundo. Pero ayuda, especialmente en estos tiempos. Al mismo tiempo, no quiero perder de vista lo importante, que es la historia. Es fácil escribir mal humor y tener un diálogo ocurrente, rápido e ingenioso. Realmente no me importa eso. La gente no habla de esa manera. Quiero escribir diálogos de la forma en que la gente realmente habla, lo más cerca posible.

Para mí, la escena de la mula o algunas de estas situaciones, son absurdas. Yo pensaría que el humor tiene una cualidad absurda. Así es como veo el mundo. Hay un absurdo en el hecho de que vivimos, que somos la especie dominante en el planeta, y estamos ocupados destruyendo el mismo mundo en el que vivimos. Eso es absurdo. Las circunstancias con el Covid, donde nos obligan a estar adentro, y se politiza el hecho de usar una maldita máscara. Es absurdo. Trato de reírme del mundo todo el día porque si no me enojo. Es más fácil para mí ver lo absurdo, ver el humor en una situación y reírme que irritarme o deprimirme profundamente. Me encanta el existencialismo, la filosofía del existencialismo, y creo que tomé algo de esta idea. Es ridículo que estemos siquiera circulando. Cualquier otro animal es más fuerte que nosotros. Tenemos lenguaje y por eso somos la especie dominante. Podemos comunicarnos y, sin embargo, no lo hacemos tan a menudo. Para mí eso es absurdo y quiero tratar de abarcar todo eso. El lenguaje es lo único que nos separa. La gente dice que son los pulgares oponibles. No. Podemos hablar. Córtame los pulgares y todavía puedo hablar.

NF: También sos fotógrafo. Al igual que la escritura, está relacionado con la forma en que percibimos el mundo. Me preguntaba cómo ves la relación entre las dos formas de arte.

Son opuestos en un sentido. Cuando escribo, me siento aquí mismo, en esta silla, mirando la misma maldita pantalla, como si esta fuera mi vida. Es completamente interno. No me muevo, bebo agua, tomo una taza de café, simplemente me inclino sobre el teclado y escribo. Eso es todo. Está muy quieto. Y es hacia adentro. Todo es interior. Veo en mi cabeza el mundo de Kentucky, veo a la gente y lo que están haciendo, escucho lo que dicen y escribo lo que dicen y lo que hacen. Así escribo.

La fotografía es un gran antídoto para eso. Estoy afuera en el mundo. Tengo que caminar, tengo que moverme, tengo que mirar, tengo que mirar físicamente lo que hay allí en lugar de lo que hay dentro y tratar de inventarlo. Crea un equilibrio. Me encanta la fotografía. Preferiría ser fotógrafo que escritor.

Soy un pensador visual y creo que eso ayuda con mi escritura. Pero con la fotografía hay una razón para salir y mirar, y es perfecta después de cinco horas de estar escribiendo. Te pones tenso, me duele la espalda y no he hecho nada. Entonces, la fotografía es “tengo que salir, subirme a la camioneta, conducir, salir, caminar, tomar fotografías, mirar el mundo real, el mundo físico que me rodea, que todos compartimos”. Me gusta hacer eso Sobre todo después de estar en el mundo de mi imaginación durante varias horas.

Tomo muchas fotos, la mayoría de ellas son terribles, pero con lo digital puedes tomar muchas fotos terribles gratis. Una diferencia que he encontrado entre la fotografía y mis libros es que mi escritura está llena de gente. Cuando terminé Los cerros de la muerte, mi primer pensamiento fue: Hay demasiada gente, ¿quiénes son todas estas personas? Pero en fotografía, nunca incluyo a ser humano alguno. Eso no es más deliberado que tener mucha gente en Los cerros de la muerte. Creo que escribir me hace sentir menos solo porque tengo a todas estas personas con las que puedo hablar todo el día e interactuar. Y cuando estoy en el mundo, no conozco a tanta gente y me gustaría ir a lugares donde no hay gente. Y así, existe esa divertida dicotomía entre la fotografía, la falta de humanos y los libros que están repletos de seres humanos, personas que hablan entre sí. ¿Tomás fotografías?

NF: A veces. Te pregunté eso porque cuando escribo tengo una relación más profunda con el mundo. Al mismo tiempo estoy imaginando cómo puedo traducir esta imagen que estoy viendo, cómo prepararía la cámara. Estoy tratando de absorber todo lo que me rodea y de tomar prestado algo de cada persona con la que interactúo, les estoy prestando mucha atención y eso conduce a un vínculo más intenso con ellos y, a fin de cuentas, espero que eso me haga una mejor persona.

Creo que eso es algo maravilloso. Escribir te hace mejor persona. Me siento igual. Soy mejor persona, mejor padre, mejor esposo, mejor hijo, mejor vecino.

Etiquetas: , , , , , , Last modified: abril 8, 2022
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